Los paisajes sonoros reunidos en De agua, viento y verdor cuentan la historia de la vida de animales, ríos, espíritus, personas y pueblos que nos han recorrido y con los que hemos caminado, pero también de qué forma los sonidos del ambiente pueblan la vida de las comunidades y tejen sus propias historias. 

Éstas historias derivan de una palabra integral que alimenta además, y en particular en los niños (en su corazón y su sueño), la forma de comprender la vida y la relación con la naturaleza. Así lo explica, por ejemplo, el caso de los Awá, donde su reciprocidad y complementariedad con la naturaleza es profunda y de respeto:

Los Awá y la montaña somos una misma realidad: lo que sucede a la montaña le sucede al agua; no podemos vivir el uno sin la otra. Somos gente de la montaña o selva, somos inkal awá, montaña awá… Para nosotros, el territorio son los árboles, los animales, ríos, quebradas, el agua, la lluvia, las nubes, el sol, la luna, el trueno, el cueche arco iris, los espíritus de la montaña, como la vieja, el ‘astarón’, la viuda, el duende, el tiskalla, animal lagarto que se lame la miel de las abejas, las pepas de los árboles, todos forman una sola realidad awá (…) Nos encontramos en íntima convivencia con otros habitantes de la montaña y del universo (…) (ICBF, 2014, p. 117)