Las lenguas indígenas en Colombia están desapareciendo progresivamente. Históricamente se ha promovido la expresión de las lenguas en una idea de diversidad que nos reúna como nación en las múltiples formas de manifestar emociones, pensamientos y modos de vida. Por ello, conocerlas y hacerlas parte de nuestra realidad, representa una oportunidad para que los niños y las niñas disfruten y sientan orgullo por hablar su lengua y expresar su cultura. ¿Cómo aprender a nombrar lo que vemos y deseamos si no a través de la lengua materna, la danza o el tejido, por nombrar algunas formas de narrar? Agentes educativos, cuidadores y familias hacemos un aporte muy importante en la conservación de la lengua, las expresiones culturales y el disfrute de la diversidad. En consecuencia, es esencial superar situaciones de discriminación en los entornos de desarrollo de los niños y las niñas y preguntarnos sobre ¿cuál es nuestro aporte para evitar situaciones de segregación originadas por las formas particulares de hablar o expresar? ¿Alguna vez ha visto que un niño o niña sea alejado por su forma de hablar? 

En este punto presentamos algunas orientaciones e inspiraciones para pensar en las narrativas de todos los pueblos como necesarias para preservar y construir identidades. Iniciamos identificando la palabra, como vehículo de comunicación entre los pensamientos, las emociones y las comunidades. Desde las formas de representar el mundo, nos abrimos paso a nombrarlo, comunicar deseos, preguntas e ideas. La narración, en todas sus formas, nos permite hacer un viaje a través de las prácticas culturales de las comunidades. Entonces, cuando narramos emprendemos caminos acompañados por la lengua y la cultura. ¿Recuerda los primeros relatos que compartió con su familia? ¿Cómo se cuentan las historias del pasado o se dan consejos para el futuro en su comunidad? 

Cuando estamos cerca de la primera infancia constatamos que jugar con las palabras, cantarlas, garabatearlas, balbucearlas o reinventarlas es una manera significativa de apropiarse de la lengua. En este sentido, es importante que las niñas y niños sean nutridos, con palabras y símbolos portadores de emoción y afecto que, a la vez, hacen suyos como posibilidades de invención y de imaginación a través de canciones y relatos (MEN, 2014, pág. 22). 

Al escuchar la voz y los sonidos de nuestra madre y nuestra familia, desde el vientre tenemos una entrada al universo del lenguaje. Posteriormente, al nacer, los gestos, los consejos, las historias orales y el movimiento del cuerpo se suman a esta travesía, y es allí donde el rol de los adultos, cercanos a los niños y niñas, alimentan la construcción de espacios simbólicos que les permiten leer el mundo, crear y expresar sus significados. 

Bajo lo anterior, crear y comunicar son acciones fundamentales en la vida del ser humano, y es en la primera infancia donde los niños y las niñas afianzan sus procesos creativos y sus habilidades comunicativas vinculadas al afecto, la pregunta y la indagación. Es por ello que los invitamos a explorar las historias, los relatos y los consejos, de las comunidades indígenas como una manera de reconocernos en la diversidad y construir desde esta riqueza nuevas formas de relacionarnos. 

Las formas de narrar son tan diversas como los sonidos y las lenguas, además de valiosas maneras de acercarse a tiempos y lugares a través de la palabra. Así es posible entender la construcción de lo literario desde la diversidad de los universos simbólicos tanto propios como de las comunidades. 

De agua, viento y verdor nos acerca a la palabra, desde el origen, el presente y el futuro en forma de consejos, relatos y arrullos. Cada comunidad comparte con nosotros su historia de origen, narrativas que construyen el encuentro entre los mundos sonoros, su territorio y el lenguaje. Como sucede en las comunidades, en nuestra cotidianidad también encontramos historias que, aunque no aparenten un carácter sagrado, nos conectan con nuestra identidad y la esencia de quienes somos, pensemos por un momento, por ejemplo, en el origen de nuestro nombre y las anécdotas que se tejen a su alrededor. A partir de estas y otras es posible plantearnos diversas preguntas como, por ejemplo, ¿cómo estas aportan al conocimiento de los mundos que se narran desde el pasado, el presente o el futuro? ¿Cómo permitir desde la primera infancia nombrar en nuestra lengua y contar desde tiempos y lugares diferentes contribuye en el desarrollo del lenguaje y su imaginación? De esta manera se vuelve clara la importancia de rescatar, visibilizar y alimentar las formas de contar de todas las comunidades, pues, expresarlas y conocerlas hacen parte de la construcción de la identidad de todos. 

Con alegría al viajar por el sonido en diferentes lenguas, las historias en voces con diversos matices, los paisajes con los elementos propios de los territorios indígenas de nuestro país, encontramos en De agua, viento y verdor, elementos invaluables para disfrutar, reconocer, preservar y compartir las tradiciones y la cultura. Los invitamos a cantar, jugar, arrullar y contar en su lengua materna y a reconocer en las lenguas indígenas de nuestro país una posibilidad para participar de una realidad diversa que nos convoca a tejer puentes colectivos con saberes y cuidados desde la primera infancia. 

A aprovechar la inmensa riqueza de la tradición oral que hacen parte de la herencia cultural de los pueblos y que, a su vez, nos permiten indagar en nuestra propia realidad formas de oralidad para poner en diálogo con lo que encontramos en De agua, viento y verdor.