En muchos pueblos, los niños son mecidos mientras la madre, el padre o los abuelos cantan para que se sientan mimados. Esto ocurre mientras el niño está en el chinchorro, en la hamaca o en la cuna… y el canto, además de consentir, permite que crezcan en el orgullo de ser indígenas. 


De modo que esas primeras canciones y melodías entonadas a cappella, a las que se tiene acceso por medio de la familia, se van convirtiendo en un legado cultural importante que ayuda a reconocerse como parte de una comunidad con unas características particulares. En los pueblos indígenas, el canto y la música constituyen una manera de afianzar la riqueza cultural y los saberes propios. 

De esta manera, el uso de arrullos en la crianza puede contribuir a la recuperación y preservación de las lenguas y saberes de los pueblos.