Esta es una invitación a que vivas este mundo. ¡Escuchamos de tantas formas, vivimos y sentimos de tantas maneras los sonidos que toman forma en nuestro camino! Cuando crecemos nuestras familias nos van enseñando a andar. Escuchamos, olemos, sentimos y aprehendemos la forma de ser de parientes, ancestros y amigos. Vamos guardando los sonidos en el cuerpo y a veces recordamos. Cantamos y danzamos con nuestros ancestros, con la felicidad de sus danzas y de sus cantos, de pasarlos por el corazón y recordarlos. Estos son nuestros caminos, un andar conjunto de cantos, danzas y arrullos para que los caminemos bonito y con virtud. Para que hallemos formas de susurrarnos estas palabras de consejo en comunidad: tú, yo, el que lee, el que escucha, los que miran, los observadores desprevenidos. Todos nosotros somos una comunidad habitada de silencios y de arrullos, este es un caminar en el que vamos unidos, aprendiendo entre todos. 
(Agudelo, 2014, pág. 18)

Niños, niñas y adultos tenemos formas particulares de interpretar la vida, de explorar nuestro entorno, darle nombre a la naturaleza y comunicarnos según la comunidad en la que nacimos. Todas estas manifestaciones construyen, junto con la familia y la comunidad, la identidad de los niños y niñas. De ahí que cada expresión diferente de lo que somos nos haga diversos a todos; a los pueblos de la montaña, tanto a los Totoroez, los Kamëntsá, los Arhuacos, los Kogui o los Wiwa con sus mantas largas; a los niños, niñas, hombres y mujeres de cordillera en el Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Nariño, Antioquia, etc.; a las comunidades de la selva como los Embera Chamí, los Korebaju, los Kokama, los Nukak; y a las gentes del Amazonas, Guaviare, Chocó, etc., con sus canoas navegantes por los ríos; a los hombres y mujeres de llanura como los Sáliba o los Sikuani y los pueblos del Meta, Arauca y Casanare y su manera especial de comunicarse con las plantas y los animales. 

Tal como el viaje que músicos, lingüistas, fotógrafos, productores en campo, pedagogos y antropólogos emprendieron para encontrarse con maneras de vivir la infancia en las comunidades indígenas del país, es momento de que usted inicie un camino por los paisajes sonoros, cantos, relatos y arrullos de las comunidades indígenas que hacen parte de De agua, viento y verdor y se encuentre bajo el abrigo del sonido y la palabra con la diversidad. Entendemos aquí la diversidad como una multiplicidad de formas en las que los niños y niñas se desarrollan, se comunican y piensan según su cultura, tiempo y territorio (CIPI, 2016, pág. 21). 

La diversidad está presente en nosotros mismos. Contribuimos a su enriquecimiento al comprendernos y valorarnos desde nuestras particularidades, y al relacionarnos con otros, con los niños y las niñas, sus familias y comunidades. Incluso si nos comunicamos en una misma lengua, la crianza de nuestras familias, las experiencias con el entorno y otras personas marcan una diferencia. De agua, viento y verdor en su edición impresa y web celebra la diversidad cultural como expresión de las interconexiones múltiples entre culturas, etnias y sus modos de hacer (Cervantes, 2006, pág. 21). Por ello, encontrarse con las expresiones propias de las comunidades indígenas, es también una ocasión para abrirnos a conocer lo que nos hace únicos y diferentes. Pues, disfrutar y aprender de las palabras, los movimientos y los sonidos resulta fundamental en la construcción de la identidad de los niños y niñas en los escenarios familiares, pedagógicos y sociales que promueven experiencias por el respeto y cuidado por la identidad de todos los grupos étnicos del país. 

Cuando identificamos lo propio como diferente, abrimos un sendero para que, en este viaje por las infancias, múltiples, distintas, valiosas e importantes, interactuemos con las lenguas y culturas de las comunidades indígenas, siempre en una relación generosa para escuchar y expresar, damos lugar a escenarios para construir saberes de manera colectiva entre los niños y niñas, sus familias, comunidades y cuidadores durante la educación inicial. 

Es así como abrir los sentidos a los saberes que circulan en De agua, viento y verdor es el primer paso para encontrarnos, intercambiar y construir diálogos y acciones sobre los modos de vivir las infancias en las comunidades indígenas. Aquí no hablamos de únicas formas de jugar, arrullar o cuidar, por el contrario, nos abrimos paso entre múltiples saberes, todos valiosos y necesarios para construir ambientes que promuevan el cuidado por los derechos a la lengua y la cultura desde el disfrute y expresión de la diversidad. En este punto, nos encontramos con los caminos de la interculturalidad como una posibilidad de aprendizaje con los otros, salir de nuestro mundo, explorar otros; escuchar, viajar, leer, habitar la experiencia del otro, perderse un poco. Abrimos los caminos para conocer y aprender en la libertad, dialogar desde la diferencia, sin intención de encontrar una sola forma de entender o expresar.

Pensemos ahora en que al viajar a otros lugares, a través de un carro y un caballo o desde el sonido y las palabras, salimos con nuestras maletas cargadas de pequeñas partes de cada uno: un trozo de comida, una camisa o un tejido, una cámara, una fotografía de la familia o una agenda con notas para el viaje. De salida, siempre habrá espacio extra en la maleta. Al llegar, de regreso a casa, traemos menos lugar para la ropa o la comida, ya hemos llenado la maleta con las nuevas cosas que encontramos en nuestro camino. De regreso, traemos nueva piel si el sol nos acompañó, alimentos para compartir; pero, sobre todo, llegamos con sonidos, imágenes y recuerdos de los nuevos lugares, que ahora serán parte de cada viajero que emprendió camino saliendo de casa. 

Cuando comencemos a viajar por De agua, viento y verdor desde la observación y la escucha podremos sentir los sonidos y las palabras que caminan en el texto. Además, estaremos en compañía de la palabra de consejo que invita al buen vivir y las relaciones con la naturaleza, las montañas, el agua, los animales y las personas. Todo lo que está guardado en De agua, viento y verdor son saberes importantes y necesarios para tejer puentes interculturales que tengan en cuenta las voces de todos en cada lugar del país. Así, en este recorrido de múltiples caminos, lo invitamos a arrullar juntos, compartir relatos, escuchar paisajes y jugar, pues solamente cuando iniciamos el tejido (entramado) de pensamientos plurales desde la diferencia (Khatibi, Abdelkebir, 2001, en Walsh, 2007), y nos alegramos de escuchar y expresar con el otro, es cuando tendemos puentes interculturales que propician experiencias de interacción con los sentidos y la expresión desde la gestación. 

Es entonces fundamental, desde la gestación y en la educación inicial de los niños y niñas en todas las etnias y comunidades, reconocer lo valioso de emprender viajes y caminos de intercambio con los paisajes sonoros, los relatos, arrullos y cantos que hacen parte de De agua, viento y verdor; pues, de esta manera, involucramos a los niños, niñas, sus familias y comunidades en ambientes que, por un lado, promueven la transmisión y difusión de la lengua y cultura propias como necesarios para el desarrollo integral en el respeto y cuidado por la identidad; y por el otro, aportan al tejido de relaciones interculturales que permitan la construcción de posibilidades de intercambios en el respeto y posicionamiento de los saberes indígenas como contribuciones importantes y valiosas para el país. 

En este punto del viaje, sentimos que somos diferentes al salir o llegar a otros lugares, pues nos encontramos transitando entre las culturas, con nuevos pensamientos en las maletas, entendiendo que somos diversos y que al viajar nos encontramos con otros en medio de palabras. Una vez emprendemos un camino tenemos una posibilidad para expresar y escuchar con los otros, construimos y compartimos lo que somos y aprendemos de la diferencia. 

Atendiendo al llamado por cuidar, acompañar y provocar escenarios para el fortalecimiento de la identidad lingüística, étnica y cultural desde la gestación, es fundamental, preguntarnos, desde nuestra práctica pedagógica ¿Cuáles son los saberes de las comunidades indígenas que permiten vivir la lengua y la cultura? ¿Cómo acercar a los niños y las niñas a explorar y compartir cantos, relatos, arrullos y paisajes sonoros de otras culturas? ¿Cómo podríamos generar viajes de ida y regreso entre los sonidos y las palabras propias y de otros? ¿Qué sucede cuando los niños, niñas, familias y cuidadores participan de sus prácticas culturales y se abren a otras? ¿Cómo De agua, viento y verdor incide en los procesos de construcción de identidad y expresión de la lengua y la cultura de los niños y niñas del país? 

En consecuencia, toda relación en la vía de compartir, valorar y expresar desde la libertad nuestras culturas y lenguas, nos ayuda a construir un escenario intercultural. Por eso, en el viaje a través de la Audioteca, en nuestras maletas, ponemos antes que nada los saberes de los pueblos indígenas que hacen parte de De agua, viento y verdor, pues, es momento de visibilizarlos como formas de vida actuales que aportan a unirnos en la diversidad, a vernos al espejo en frente y, dentro de la diferencia complementarnos; dar y recibir, conocer y valorar conocimientos, saberes y cosmovisiones (Walsh, 2004, pág. 43)”. Es decir, consideramos fundamental escuchar, leer e interactuar con los sonidos, cantos y relatos para aportar a la construcción colectiva de escenarios para el desarrollo integral de los niños y las niñas en el marco del respeto y disfrute por todos los modos y expresiones de vida. 

La vida entonces nace y se expresa de diferentes formas. Pensemos, por ejemplo en que, mientras desde los saberes Nukak los cuidados del nacimiento inician su camino con la selva y la naturaleza “cuando llega el momento del parto, la madre va a la selva cercana sola. Mientras tanto, desde su chinchorro el chamán la acompaña y la protege con su pensamiento”, (ICBF, 2016, pág. 91.), para los Sáliba “cuando llega el momento de alumbrar, el saikúa (médico tradicional) reza al bebé para que nazca sano; le da agua de ‘malagueto’ rezada a su madre, aplica el conjuro al padre y reza el chinchorro”. (Ibídem, pág. 66) con el fin de cuidar la vida, la semilla que nace para relacionarse con la naturaleza. Aquí vemos que el parto y la relación con los recién nacidos sucede de formas diferentes según la cultura. Sin embargo, el nacimiento y el cuidado de los recién nacidos, como semillas que brotan de la naturaleza bajo el cuidado de la madre y de la comunidad, es el puente que nos comunica con los saberes sobre la gestación, el cuidado y las relaciones entre los seres humanos de la naturaleza.