Por la gran variedad de poblaciones, paisajes, historias, formas de vida y conocimiento con las que cuenta nuestro país, y porque los niños y las niñas son y se relacionan con el mundo de formas particulares, hablamos de la diversidad en la primera infancia. Entendemos que ésta no solo hace parte de los contextos de los niños y las niñas, sino que ellos mismos la producen con sus formas de conocer, comunicarse, jugar, sentir, experimentar el tiempo y el espacio. (CIPI, 2016. pp. 6) 

Colombia cuenta con 68 lenguas nativas organizadas en: 65 lenguas indígenas, 2 lenguas criollas, una romaní (Min Cultura, 2010). Además de encontrarnos con formas diferentes de comunicar y expresar emociones, pensamientos e ideas, la diversidad lingüística del país nos presenta también la riqueza cultural de las comunidades en cada territorio, y con ello, una realidad donde resulta necesario crear espacios para el fortalecimiento de las lenguas propias y la visibilización y diálogo entre las culturas y los diferentes modos de vida en las regiones del país.

En medio de este panorama, las lenguas indígenas en Colombia, aunque son mayor en número, su vitalidad y existencia se encuentran en riesgo, pues, para el 2013 solamente 10 de las 65 lenguas nativas en Colombia eran habladas por todos los miembros de las comunidades. (Min Cultura, 2016, pág. 117) ¿Se ha preguntado qué pasaría si su lengua desapareciera? ¿Qué ocurriría si los niños, niñas y adultos de su comunidad no pudieran comunicarse en su lengua materna?

De agua, viento y verdor pone cerca de agentes educativos y culturales, familias y cuidadores, las voces de comunidades indígenas cuya lengua se encuentra en riesgo de desaparecer. Cada paisaje sonoro, canto, relato y arrullo abre los caminos a tener un lugar para expresar, comunicar y nombrar en su lengua. Este primer módulo hace un llamado a emprender acciones para el fortalecimiento de las lenguas nativas de nuestro país, insistiendo en el reconocimiento, visibilización y revitalización de escenarios para el disfrute de la diversidad lingüística y cultural; reconociendo su valor e importancia para la vida de todos. De este modo, abrimos camino a entender con ellas, con sus cantos, sus relatos y sus consejos, la importancia de vivirlas como posibilidad de enriquecimiento de la propia experiencia (Agudelo, 2014).

En la primera infancia permitir a los niños y niñas vivir su lengua y su cultura en todos los escenarios posibles, los acoge en su libertad de expresar, narrar, escuchar, sentir, ser cuidados y arrullados en sus comunidades (Min Cultura, 2016, pág. 95). Por ello, es necesario vincular De agua, viento y verdor con las madres gestantes, la primera infancia, las familias, comunidades, cuidadores y agentes educativos, abriendo caminos para conocer la lengua propia e iniciar encuentros sinceros y abiertos con otras, en sus diferentes maneras de hablar, comunicarse, explorar el entorno, jugar y sentir en la familia y la comunidad.