El primero de noviembre las mujeres de cada casa alistan alimentos y bebidas que en la noche ofrecen a sus difuntos ‘para que se sirvan en la otra vida’, les encienden velas y les rezan. Al día siguiente, las campanas tocan para que los espíritus de los muertos abandonen la tierra, las familias van a misa y después al cementerio, donde limpian las tumbas y les ponen flores. Luego van a las casas con sus invitados, derraman chicha de maíz en el suelo, mientras llaman a los muertos por su nombre y desean que estén bien en el más allá. Más tarde, comen los alimentos que les han ofrecido la noche anterior. El día termina con música y baile para celebrar la vida.