Cuando todo era agua y espuma de mar, el pensamiento de la madre Aluna dio origen a todo, y de allí salieron los seres espirituales creadores del mundo: Sukukuy, Seizhankua, Kajantana, Seynekun, Duguenavi y Seraira. Seizhankua formó la Tierra, el kaggi, todo lo que es sólido. Por eso los Kággaba, también llamados Kogui, son hijos de la tierra, del barro, de la madre naturaleza. Kággaba también significa todo, de allí que los Kággaba sean el principio del ser humano. 

Para formar el mundo, Seizhankua colocó una cruz de hilos en los cuatro puntos cardinales y los entrecruzó. Vio que esto sirvió y, con su soplo, buscó semillas y árboles para sembrar, y formó el viento y el agua. Luego Sukukuy organizó el agua en los ríos y las lagunas. Organizó todo para vivir, no para destruir. Así, en el primer amanecer, la madre les dejó a los Kogui como función principal ser los guardianes del mundo.

Mulkuexe dio el primer pensamiento al ser humano y dejó a los hijos mayores —Koguis, Arhuacos, Wiwas y Kankuamos— para construir, ayudar, apoyar, crear y formar. Estos son los pueblos de la Sierra llamados a cuidar. 

Luego Mulkuexe pensó cómo se iba a vivir dentro del mundo. En medio de la oscuridad se dio cuenta de que se necesitaba la luz, y entonces nació el sol, Mokuakokui; y también el día y la noche. En el día se despierta y en la noche se duerme. Y despúes de la luz llegaron los hijos o hermanos menores, así se crearon los otros pueblos del mundo.