Al principio no existían ni los ríos ni
la noche; el sol nunca se ponía, iba
de un lugar a otro en el cielo. Para conseguir la noche, Idn Kamni —el creador— fue a la casa oscura de los grillos. Ellos le entregaron una caja para que la abriera cuando llegara a su casa. Al hacerlo, muchos grillos salieron y apareció la noche, que desde entonces divide los días en dos. Para conseguir los ríos, Idn Kamni, por pedido
de su abuelo, fue a derrumbar el árbol Ye. Después de dos años, logró cortarlo y vino una inundación que alcanzó la cima del cielo. Cuando esta bajó, el tronco y las raíces de Ye le dieron a los ríos su forma actual. 

Idn Kamni también fue el encargado de crear a los Kakua. Antes de ellos, otros hombres
y mujeres habían sido creados y se ubicaron en la cabecera del río Venado o río Vaupés. Sin embargo, un gran incendio que venía desde la boca del río arrasó con todas las personas que hasta entonces habían existido en el mundo. Idn Kamni, al ver esto, tomó un poco de tierra y la juntó con su saliva. Luego escupió esta mezcla en las piedras del Kak-tsa, el raudal del río de leche. Allí fueron creados los Kakua, que, como vienen de la tierra, cuando mueren devuelven lo que les fue prestado y regresan a ella. 

Desde allí, donde nacieron, los Kakua se fueron río arriba con otra gente en una anaconda canoa. A medida que la canoa avanzaba, quienes viajaban encima de ella iban bajándose; cada grupo y cada clan se asentaba en su respectivo lugar. Al bajar los Kakua de la anaconda, Idn Kamni les dio a lamer sangre del ombligo del sol, lo que hizo que tuvieran lenguas picantes, temidas por los indígenas de las riberas de los ríos.