Cuando llega el momento en el que una jovencita se hace mujer, ella debe aislarse de los demás por una o dos semanas. Solo la mujer más anciana de su familia o su madre la visitan para enseñarle cómo pronto podrá ser madre y secretos como no embarazarse durante la luna nueva porque los niños pueden nacer perezosos, tímidos y poco inteligentes, o cómo hacer para tener una niña y no un niño. En ese tiempo de encierro ella no puede comer carnes ni sal, solo frutas y yuca. Los Yagua piensan que en ese momento ella es vulnerable y la protegen de espíritus que pueden encarnarse en tigres e incluso en luciérnagas para tener bebés con ella. Si un hombre llega a verla en esos días puede enfermar o perder todas sus habilidades para cazar y pescar. Cuando el encierro termina, las mujeres embellecen a la jovencita, pintando su cuerpo y adornándola con collares y plumas coloridas, y hacen una gran fiesta a la que invitan a miembros de otros clanes; si no ha sido prometida en matrimonio antes, pueden prometerla a partir de esta fiesta. Hoy los Yagua desean fortalecer su educación propia, aquella que parte de casa, donde papá y mamá enseñan a los pequeños a reconocer y respetar los clanes, a usar su lengua, a vivir de acuerdo con los valores y las costumbres de la comunidad.