Para tener una mejor comprensión de lo que escuchamos en De agua, viento y verdor, vamos a aproximarnos a los elementos que constituyen el sonido y la música. Esto nos permitirá apreciar en toda su dimensión los audios, al entender la materia de la que están hechos el sonido y la música.


El sonido se define como un fenómeno físico producido por la vibración de un objeto. Esta vibración se propaga en forma de ondas elásticas –audibles o no–, a través de un fluido (como el aire o el agua). Los seres humanos solo percibimos y escuchamos el sonido que comprende un rango de frecuencias entre 20 y 20.000 hercios (Hz). Sonidos muy graves, por debajo de 20 Hz, no son percibidos por el oído humano, al igual que los sonidos muy agudos, que están por encima de 20.000 Hz. El hercio  es la unidad de frecuencia, nombrada en honor al físico alemán Heinrich Rudolf Hertz. (Cobo Estrada, 2011)

En la primera infancia percibimos todas las frecuencias del sonido, es decir que cuando somos bebés y en nuestros primeros años escuchamos sonidos muy graves y muy agudos, de los 20 a los 20.000 Hz sin ningún problema. Con el pasar de los años vamos perdiendo la capacidad de escuchar toda esta gama de frecuencias y, al hacernos mayores, por lo general, no percibimos con la misma agudeza que cuando éramos más jóvenes o bebés. 

Los elementos que componen el sonido son: altura, volumen, timbre y duración. 

La altura se comprende como la cualidad que hace que un sonido sea grave o agudo, según la frecuencia de sus vibraciones. A mayor número de frecuencias, más agudo es el sonido y viceversa. A través de la altura diferenciamos sonidos graves de los agudos. (Cobo Estrada, 2011)

En De agua, viento y verdor hay gran diversidad de alturas: se pueden escuchar sonidos tan graves como el de los truenos en el paisaje sonoro de la comunidad sikuani de El Olvido, hasta sonidos agudos como el trinar de los pajaritos en el paisaje sonoro de la comunidad wiwa de la Sierra Nevada. 

El volumen es entendido como los cambios de intensidad entre los sonidos. Podemos diferenciar sonidos muy suaves de otros muy fuertes y una inmensa gama de matices dentro de estos dos extremos. (Cobo Estrada, 2011)

Un ejemplo muy claro de los cambios de volumen los escuchamos en el paisaje sonoro de la comunidad korebaju: el sonido de la vaca se oye fuerte la primera vez, pero se va escuchando más suave, hasta casi desaparecer, a medida que se aleja.

El timbre es la cualidad específica de un sonido vocal, instrumental, animal o el producido por un objeto que le confiere una personalidad propia y única a cada sonido. (Cobo Estrada, 2011)

Cada uno de nosotros tiene un timbre de voz particular que nos diferencia de los demás. Encontramos una gran diversidad de timbres en esta publicación: el de las voces femeninas es diferente al de las voces masculinas; los instrumentos musicales tienen, cada uno, su propio timbre, pues es distinto el de la guitarra al de una flauta o un tambor. En la naturaleza también reconocemos una gran diversidad: el del agua, el del viento, así como los diversos timbres y sonidos de los animales. Los niños, desde que son bebés, pueden reconocer el timbre de la voz de su mamá y diferenciarlo del que tienen otros adultos.

La duración de un sonido es variada: puede ser corta, media o larga, según la diferencia en la extensión del tiempo durante el cual permanezca sonando. Los sonidos pueden ser medidos en segundos, minutos u horas. El sonido del abejorro que escuchamos en el paisaje sonoro de la comunidad sáliba solo dura unos pocos segundos si lo comparamos con el de las chicharras que cantan en el paisaje sonoro de la comunidad embera chamí, que duran mucho más tiempo cantando.

Otra consideración muy importante tiene que ver con el espacio, pues moldea el sonido que se produce en él: una canción entonada en la selva suena distinto si se canta en el baño o en una iglesia porque los espacios no son semejantes. Su forma cambia el modo en el que se propaga el sonido y por eso este se escucha distinto si los espacios son abiertos o cerrados, grandes o pequeños.