Al comienzo todo era oscuridad, nada vivía y la tierra la cubrían espinas. Pasó mucho tiempo. Se alzaron fuertes remolinos de viento de los que salió un hombre, Rupascka, el Dios de la Luz. Sintió la oscuridad y las espinas, abrió los ojos y dijo: el poder de mis ojos limpiará y dará luz a la tierra. De sus ojos nació el fuego y quemó las espinas, dejando la luz del día. Pero nadie habitaba la tierra y él sintió tristeza. Gritó. Sus ojos ardieron, su cuerpo se quemó y convirtió en cenizas que un viento fuerte regó por la tierra; de ellas surgieron las plantas. De la nada brotaron después los dioses Tawamarishcpa y Jintsa y crearon los animales, el agua y a quienes viven en ella. Años después se reunieron a pensar. Viendo que la tierra debía ser habitada por seres que razonaran y la aprovecharan, surcaron los ríos hasta llegar una noche a la alta montaña donde nace el Amazonas. Oyeron cantos y tambores y al alba se acercaron a ver por qué, pero se desató una tormenta. De los ojos de Jintsa salió la claridad y Tawamarishcpa vio una maloca con un túnel que entraba en la tierra. Del túnel salió el viejo Shaimushi y ambos se abrazaron en un solo poder, pensamiento y voz, cantando y danzando. Con su canto salieron del túnel personas con forma de animales. Eran los Kokama que venían a habitar la tierra y trabajarla.