Intérpretes

Explicación y traducción: Benancio Tanimuke Miraña

Lugar

La Pedrera, Curare, Amazonas.

El Kuarorí es un duende malvado que roba la comida a los Yukuna. Escucha a don Benancio contar esta interesante historia.

Relato del Kuarori/ Kuarori yukuna

                        Ahora yo les voy a contar a ustedes, compañeros blancos, el cuento del Kuarori, que viene de la palabra antigua y es el nombre de un duende.

Un hombre vivía cerca de su sobrino. Había dos malocas y ellos vivían algo separados. El hombre se fue adonde el sobrino a decirle que había malas noticias. 

«Sobrino, me senté a pensar y me fueron señaladas cosas malas. El dueño de la selva nos quiere hacer daño, ya está cerquita de nosotros, por eso vine a avisarle, para que hagan prevención para ustedes. De pronto los sorprende a ustedes en algún momento». 

«Bueno, tío, está bien», respondió el sobrino. «Coménteme qué ha escuchado usted de ese duende». 

El tío respondió: «No, sobrino, dicen que se llama Kuarori». 

«¿Cómo es que él llega a atacar a las malocas?», preguntó el sobrino. 

«Cada vez que uno mata cacería, como borugo o armadillo, en ese momento él se da cuenta y llega a atacar. Así es que cuando usted escuche el ruido del animal, de una vez hay que salir de la maloca sin detenerse, porque a él no lo matan ni flechándolo con veneno ni haciéndole curación. Es un duende muy importante, los antiguos decían que nació con la Tierra y que nadie lo puede derrotar». 

«Bueno, tío, está bien la información. Voy a estar alerta, prevenido, gracias por la información, como usted es viejo uno tiene que creer ese saber».

El tío regresó a su casa y comenzó a sacar su traje de marimá para disfrazarse como el duende. Se hizo un vestido que le cubrió los pies, las manos y la cabeza, encima se colocó una máscara, una máscara con la que se veía bien feo. Luego cogió una totuma grande, la abrió un poquito, medio la raspó para que tuviera un buen sonido y se puso a hacer un rallador de piña cortico para colgárselo del cuello y hacer ruido con eso. 

Todos los días el tío se iba a la quebrada donde estaba el sobrino para espiar en qué momento arreglaban carne de cacería. Uno de la maloca salió de cacería y mató armadillo, el tío miró que estaban despedazando el armadillo y calculó cuándo salieron con la presa y la ponían en el fogón. Entonces ya venía haciendo el ruido del duende y se fue por el monte para no dejar rastro hasta llegar a la maloca. Los niños estaban jugando afuera tranquilos cuando escucharon: 
«¡Kuaarorii!». 

«¡Ay!», gritaron asustados, «escuche, escuche». 

Y escucharon: 

«¡Kuaarorii Juu!». 

«Vámonos», gritó el sobrino, «ese es el duende que mi tío vino a avisar a nosotros».

Cada cuál recogió sus hijos y salieron por un camino que iba hacía la chagra, se fueron. Mientras, el tío pícaro llegó a la maloca con una tinaja para llevarse las presas. Él recogió todas las presas, dio la vuelta a la maloca haciendo el sonido de kuarori y se fue. Más tarde regresaron las personas a mirar y ya no había nada, ni una presa, solo el caldo regado en la maloca.

Todo el tiempo el tío les hacía lo mismo, así hasta que un día mataron un venado, un mácu mató venado y cerrillo y lo llevó a la maloca. El mácu le dijo al sobrino: 

«Paisano, ¿será que es muy grande ese animal que nadie lo puede matar? Tenemos que salir corriendo, ya estamos flacos porque nos roban la comida. Yo que soy mácu, vivo así no más, puedo perder la vida en cualquier momento. Voy a mirar qué es lo que llega acá. Yo fui el que trajo cacería, yo no voy a salir corriendo con ustedes, yo voy a estar mirando qué es lo que pasa». 

El mácu cogió dos flechas y las empató, después les untó veneno mortal. Vio un tronco, un palo parado fuera de la casa, justo en el camino de donde llegaba el Kuarori, y detrás de ese palo se sentó para hacer guardia. 

«Ahora verá el Kuarori, los niños están ya flacos porque el Kuarori se la pasa quitándonos la comida». 

Apenas estaba hirviendo el venado cuando escuchó el sonido otra vez, «¡Kuaaaaroorii!». En ese momento dijo el mácu: 

«Váyanse, váyanse que ahí viene» 

«Vámonos, ¿para qué va a perder su vida aquí? ¿Cómo va a dejar a sus hijos solos?», le decía el sobrino. 

«No me importa, ya yo dije que me voy a quedar. Que se vayan los niños, todos somos para morir en este mundo, nadie va a vivir eternamente», respondió el mácu enojado.

La gente se fue corriendo a esconderse y el mácu fue a sentarse y esperar en el tronco. El sonido cada vez se sentía más cerca, «¡Kuaaroorii!»; se acercaba a la maloca, jumm, un duende bien grande, como un gigante, bien grande, con máscara. 

Ahí el mácu vio que el Kuarori tenía ese rallador colgado y que como un espíritu malo andaba asustando con movimientos que daban miedo. Cada vez más cerquita, el Kuarori pasó por debajo del palo donde estaba el mácu, llevaba la misma tinaja de siempre. Al llegar a la maloca, el tío empezó a guardar las presas hasta que la llenó y dio la vuelta a la maloca cantando «¡Kuaaroriii, Kuarooriii!». Y ya cuando estaba regresando con su cacería, el mácu le tiró una flecha que se enterró en toda su espalda, le dio en la espalda al pobre Kuarori. Kuarori salió corriendo. 

«Eso es lo que usted quería», dijo el mácu, que inmediatamente bajó a llamar a los que habían escapado. «Vamos a buscar el cuerpo de Kuarori, ya lo maté». 

Llegaron ahí al punto donde se había trepado y el mácu dijo: 

«De aquí yo le disparé». 

«¿Cómo era?», le preguntaron. 

«No sé, no lo puedo decir, era como un diablo». 

Y se fueron siguiendo el rastro del Kuarori hasta llegar al camino principal. Caminaron y caminaron hasta que en un rastrojo encontraron la máscara, y había dejado la tinaja en el suelo donde estaba todo el montón de carne. De ahí se fue, pero el veneno ya le estaba ganando. Caminó un trecho y botó el rallador de piña que llevaba, botó la totuma. Pasó un pedazo y botó la camisa de marimá, ahí ya había botado el traje completo. El sobrino se lamentó: 

«¡Vea, ay no! ¿Será que es mi tío? ¿Será que es mi tío que nos estaba engañando? ¿Usted mató a mi tío?», preguntó al mácu. 

El hermano mayor dijo: 

«¡Bien hecho! Eso le pasa por pícaro. Si él fuera buena gente no hubiera hecho algo así».

Llegaron junto a la casa del tío y encontraron llorando a la familia. 

«¡Ay, pobre de mi papá! ¡Pobre de mi papá!», lloraban los hijos. 

La mujer de él lloraba: 

«¡Papá de mis hijos! ¡Papá de mis hijos!» 

«¡Ay!», dijo el sobrino al entrar, «¿Qué es lo que pasa aquí? ¿Qué es lo que pasa aquí que ustedes se lamentan» 

La señora le preguntó: 

«¿Qué le pasó al finado papá de mis hijos?». 

«Ya mataron a mi tío por ser pícaro», le contestó el sobrino. «Nos engañaba con que venía el duende Kuarori y ese duende era él». 

«¡Bien hecho que lo mataron!». le dijo el hermano mayor. Después recogió el montón de carne que el tío se había robado, se las entregó y les dijo: «¡Cójanla mientras que van a pasar llorando al señor, mientras dura el duelo!».

Hasta ahí es el cuento.

                    

Relato del Kuarori/ Kuarori yukuna

                        Ahora yo les voy a contar a ustedes, compañeros blancos, el cuento del Kuarori, que viene de la palabra antigua y es el nombre de un duende.

Un hombre vivía cerca de su sobrino. Había dos malocas y ellos vivían algo separados. El hombre se fue adonde el sobrino a decirle que había malas noticias. 

«Sobrino, me senté a pensar y me fueron señaladas cosas malas. El dueño de la selva nos quiere hacer daño, ya está cerquita de nosotros, por eso vine a avisarle, para que hagan prevención para ustedes. De pronto los sorprende a ustedes en algún momento». 

«Bueno, tío, está bien», respondió el sobrino. «Coménteme qué ha escuchado usted de ese duende». 

El tío respondió: «No, sobrino, dicen que se llama Kuarori». 

«¿Cómo es que él llega a atacar a las malocas?», preguntó el sobrino. 

«Cada vez que uno mata cacería, como borugo o armadillo, en ese momento él se da cuenta y llega a atacar. Así es que cuando usted escuche el ruido del animal, de una vez hay que salir de la maloca sin detenerse, porque a él no lo matan ni flechándolo con veneno ni haciéndole curación. Es un duende muy importante, los antiguos decían que nació con la Tierra y que nadie lo puede derrotar». 

«Bueno, tío, está bien la información. Voy a estar alerta, prevenido, gracias por la información, como usted es viejo uno tiene que creer ese saber».

El tío regresó a su casa y comenzó a sacar su traje de marimá para disfrazarse como el duende. Se hizo un vestido que le cubrió los pies, las manos y la cabeza, encima se colocó una máscara, una máscara con la que se veía bien feo. Luego cogió una totuma grande, la abrió un poquito, medio la raspó para que tuviera un buen sonido y se puso a hacer un rallador de piña cortico para colgárselo del cuello y hacer ruido con eso. 

Todos los días el tío se iba a la quebrada donde estaba el sobrino para espiar en qué momento arreglaban carne de cacería. Uno de la maloca salió de cacería y mató armadillo, el tío miró que estaban despedazando el armadillo y calculó cuándo salieron con la presa y la ponían en el fogón. Entonces ya venía haciendo el ruido del duende y se fue por el monte para no dejar rastro hasta llegar a la maloca. Los niños estaban jugando afuera tranquilos cuando escucharon: 
«¡Kuaarorii!». 

«¡Ay!», gritaron asustados, «escuche, escuche». 

Y escucharon: 

«¡Kuaarorii Juu!». 

«Vámonos», gritó el sobrino, «ese es el duende que mi tío vino a avisar a nosotros».

Cada cuál recogió sus hijos y salieron por un camino que iba hacía la chagra, se fueron. Mientras, el tío pícaro llegó a la maloca con una tinaja para llevarse las presas. Él recogió todas las presas, dio la vuelta a la maloca haciendo el sonido de kuarori y se fue. Más tarde regresaron las personas a mirar y ya no había nada, ni una presa, solo el caldo regado en la maloca.

Todo el tiempo el tío les hacía lo mismo, así hasta que un día mataron un venado, un mácu mató venado y cerrillo y lo llevó a la maloca. El mácu le dijo al sobrino: 

«Paisano, ¿será que es muy grande ese animal que nadie lo puede matar? Tenemos que salir corriendo, ya estamos flacos porque nos roban la comida. Yo que soy mácu, vivo así no más, puedo perder la vida en cualquier momento. Voy a mirar qué es lo que llega acá. Yo fui el que trajo cacería, yo no voy a salir corriendo con ustedes, yo voy a estar mirando qué es lo que pasa». 

El mácu cogió dos flechas y las empató, después les untó veneno mortal. Vio un tronco, un palo parado fuera de la casa, justo en el camino de donde llegaba el Kuarori, y detrás de ese palo se sentó para hacer guardia. 

«Ahora verá el Kuarori, los niños están ya flacos porque el Kuarori se la pasa quitándonos la comida». 

Apenas estaba hirviendo el venado cuando escuchó el sonido otra vez, «¡Kuaaaaroorii!». En ese momento dijo el mácu: 

«Váyanse, váyanse que ahí viene» 

«Vámonos, ¿para qué va a perder su vida aquí? ¿Cómo va a dejar a sus hijos solos?», le decía el sobrino. 

«No me importa, ya yo dije que me voy a quedar. Que se vayan los niños, todos somos para morir en este mundo, nadie va a vivir eternamente», respondió el mácu enojado.

La gente se fue corriendo a esconderse y el mácu fue a sentarse y esperar en el tronco. El sonido cada vez se sentía más cerca, «¡Kuaaroorii!»; se acercaba a la maloca, jumm, un duende bien grande, como un gigante, bien grande, con máscara. 

Ahí el mácu vio que el Kuarori tenía ese rallador colgado y que como un espíritu malo andaba asustando con movimientos que daban miedo. Cada vez más cerquita, el Kuarori pasó por debajo del palo donde estaba el mácu, llevaba la misma tinaja de siempre. Al llegar a la maloca, el tío empezó a guardar las presas hasta que la llenó y dio la vuelta a la maloca cantando «¡Kuaaroriii, Kuarooriii!». Y ya cuando estaba regresando con su cacería, el mácu le tiró una flecha que se enterró en toda su espalda, le dio en la espalda al pobre Kuarori. Kuarori salió corriendo. 

«Eso es lo que usted quería», dijo el mácu, que inmediatamente bajó a llamar a los que habían escapado. «Vamos a buscar el cuerpo de Kuarori, ya lo maté». 

Llegaron ahí al punto donde se había trepado y el mácu dijo: 

«De aquí yo le disparé». 

«¿Cómo era?», le preguntaron. 

«No sé, no lo puedo decir, era como un diablo». 

Y se fueron siguiendo el rastro del Kuarori hasta llegar al camino principal. Caminaron y caminaron hasta que en un rastrojo encontraron la máscara, y había dejado la tinaja en el suelo donde estaba todo el montón de carne. De ahí se fue, pero el veneno ya le estaba ganando. Caminó un trecho y botó el rallador de piña que llevaba, botó la totuma. Pasó un pedazo y botó la camisa de marimá, ahí ya había botado el traje completo. El sobrino se lamentó: 

«¡Vea, ay no! ¿Será que es mi tío? ¿Será que es mi tío que nos estaba engañando? ¿Usted mató a mi tío?», preguntó al mácu. 

El hermano mayor dijo: 

«¡Bien hecho! Eso le pasa por pícaro. Si él fuera buena gente no hubiera hecho algo así».

Llegaron junto a la casa del tío y encontraron llorando a la familia. 

«¡Ay, pobre de mi papá! ¡Pobre de mi papá!», lloraban los hijos. 

La mujer de él lloraba: 

«¡Papá de mis hijos! ¡Papá de mis hijos!» 

«¡Ay!», dijo el sobrino al entrar, «¿Qué es lo que pasa aquí? ¿Qué es lo que pasa aquí que ustedes se lamentan» 

La señora le preguntó: 

«¿Qué le pasó al finado papá de mis hijos?». 

«Ya mataron a mi tío por ser pícaro», le contestó el sobrino. «Nos engañaba con que venía el duende Kuarori y ese duende era él». 

«¡Bien hecho que lo mataron!». le dijo el hermano mayor. Después recogió el montón de carne que el tío se había robado, se las entregó y les dijo: «¡Cójanla mientras que van a pasar llorando al señor, mientras dura el duelo!».

Hasta ahí es el cuento.


El traje de marimá es un vestido grande que se hace con corteza de árbol.
El mácu es un esclavo-trabajador de la maloca, el que hace de todo.