Tradicionalmente, los Yukuna se encontraban asentados en las riberas del río Mirití-Paraná, lugar en el que aún pescan, cazan, recolectan frutos —según sus calendarios ecológicos— y trasmiten sus conocimientos ancestrales. No obstante, el impacto de la explotación cauchera, la llegada de colonos y la búsqueda de nuevos territorios para el cultivo hicieron que los Yukuna se movilizaran por las riberas del bajo Caquetá y el Apaporis. Así llegaron más tarde a centros poblados como Leticia y La Pedrera, en los que consolidaron asentamientos multiculturales y multiétnicos como Curare los Ingleses, en 1980. 

Convivir con otras etnias ha generado un espacio intercultural en el que se comparten tradiciones, saberes y bailes ancestrales con las familias Cubeo y Karijona. Además, en sus relaciones de parentesco se destacan matrimonios interétnicos, lo cual ha producido una generación de hablantes bilingües o trilingües. Aun así, las prácticas culturales de los Yukuna están muy arraigadas, tal como afirma Yaneth Yukuna Matapí: «En mi casa siempre se enseña la cultura yukuna; se habla y se entiende la lengua, pues no queremos perderla».