Se puede pensar que los sonrientes y amables Sáliba ya han olvidado sus costumbres, la memoria de sus orígenes… como han dejado sus vestidos para parecerse cada vez más al resto de campesinos de la región en la que viven. Pero pese a la evangelización a la que se han visto sometidos desde el siglo XVII luchan por mantener vivas sus tradiciones entre los más jóvenes, lejos de la mirada de los extraños. Su lengua sigue viva en los ritos y las palabras de los médicos tradicionales, las parteras y los yerberos. También sigue viva entre las mujeres, especialmente las mayores, que, afincadas en sus resguardos, poco contacto tienen con el mundo que hay fuera de ellos y, en cambio, conversan continuamente con las otras mujeres de sus familias; a solas, en la madrugada y la noche, les cuentan sus saberes, aquellos que llevan a fundar una familia y criar a los niños Sáliba. Los hombres, en mayor contacto con el mundo exterior, parecen tener mayor dificultad para expresar sus ideas y sus sentimientos en su lengua. Pero mantener las tradiciones, la fuerza del espíritu, pasa por mantener la lengua y por eso los Sáliba están trabajando para fortalecerla.