En casa la mamá pone el fogón y, cuando los niños y las niñas aprenden a caminar, le ayudan a traer la leña, a ponerla al fuego y a atizarlo. Primero hay que traer a casa solo la leña que indica el padre, quien usualmente es el que la corta. Luego, en casa, los niños ponen el lado más delgado en el centro de la llama y el más grueso hacia afuera. «Si se pone al revés, es como si se quemaran los pies del árbol», nos cuenta Judith, una mujer Kogui líder en programas de salud y educación propia.

Hacia los cuatro o cinco años de edad, las niñas empiezan a ayudar en las actividades de la casa, como cocinar, lavar, cuidar el fuego y tejer. Por su parte, los niños ayudan a sus papás en la huerta o los acompañan a traer agua y cuidan los animales. Y aunque ayudan con las tareas del hogar, los niños y niñas kogui tambiñen juegan al frente de sus casas. 

En la noche, cuando la familia está alrededor del fogón, o cuando las mujeres se encuentran en el nujue sewa, acompañan el sueño de sus hijos e hijas con «palabra de consejo». Antes de acomodarlos en una estera sobre el suelo o en la hamaca, las jabas les dicen a los niños y niñas cómo dormir bien, con las piernas y los brazos «ordenados», en silencio. Dicen las mujeres kogui que ese es el momento en que los niños mejor escuchan, cuando empiezan a quedarse dormidos, por eso aprovechan el instante para cantar o contar historias tradicionales a modo de arrullo. 

Si desde que está en el vientre, un niño o una niña tiene el propósito de ser mama, el bebé crece como kwiwi —que significa puro—, vive con su mamá y su familia hasta los seis u ocho años. Después se va a una casa donde compartirá con otros hombres adultos, entre ellos su papá, en caso de que este también sea mama. Los niños kwiwi empiezan a ir a los lugares de pagamento a hacer trabajo tradicional con otros mama, quienes les enseñarán todo lo necesario para guiar espiritualmente al pueblo Kogui.