Cada ser de la naturaleza inicia en el pensamiento. El mamʉ Pedro Niño cuenta que los niños y las niñas arhuacos son pensados por su madre, su padre antes de ser concebidos. Luego del nacimiento, los padres y el mamʉ piensan en lo que será el niño o la niña, en su camino de vida y en su fuerza para vivir en la Tierra, le desean buen espíritu de vida y le ponen el marunzama o aseguranza en forma de piedras, chaquiras, madera o semillas. El niño es guiado a través de la palabra y el consejo; la aseguranza lo protege para que esté en equilibrio y que, por tanto, su camino y crecimiento sea tranquilo. 

Los Arhuacos explican que en el mundo está ɟwi, el sol, que señala el día y la noche; y tima, la luna, que señala las cuatro etapas de cambio de cada elemento de la vida. El pensamiento va creciendo y se desarrolla según los movimientos del sol, que sale y se acuesta. Luego, de una etapa lunar a otra, suceden los cambios en el niño o la niña: el nacimiento, los primeros dientes, los primeros pasos, las primeras palabras. 

El mamʉ es el encargado de conocer, conservar y transmitir la Ley de origen, la cual recoge los mandatos ancestrales que garantizan la existencia del pueblo Arhuaco. Es él quien guía el camino de los Arhuacos en el cuidado del planeta, y quien ayuda a los hermanitos mayores y menores a que aprendan a trabajar, a que se apropien de sus costumbres y a que cuiden de la Madre. 

Los niños que se preparan para ser mamu reciben un cuidado especial. Llevan una dieta sin sal y solamente consumen alimentos de las temporadas de cosecha dentro de la kankurwa. De esta forma se alimentan física y espiritualmente para recibir el conocimiento de origen. Además, el mamu reconoce en las niñas las capacidades para ser saga, es decir, quien acompañará el camino del nuevo mamu; ambos tendrán preparaciones similares. Ambos niños crecerán como seimukes, es decir, puros.