Los niños y las niñas se relacionan con el tejido desde que nacen. Para los Arhuacos la mochila es como el útero, carga al hombre, como la madre. Al recorrer la mochila en espiral, el tejido reproduce la forma de caracol que hizo Serankwa en la creación. Mientras se teje hacia arriba se recorren los nueve mundos. La Tierra está en el quinto nivel, hacia arriba están los mundos de luz y hacia abajo los de oscuridad. Al igual que los nueve meses que vive un bebé dentro del útero, las mujeres tejen el camino de la vida en esos nueve niveles. 

Existen varios tipos de mochilas dentro de la comunidad, cada una con diferentes funciones. La mochila de los hombres, por ejemplo, se llama Cheygekwanʉ, y en ella se guardan otras mochilas: Joˈburumʉsi, que es para llevar el poporo, y Ziɟu, que contiene hojas de coca tostadas en olla de barro, las cuales se intercambian con otros hombres cuando se saludan. Las mujeres, por su parte, usan una mochila llamada Tutugawʉ y otra conocida como pusa, que es de color blanco y en donde las mujeres cargan a sus hijos e hijas hasta que dan sus primeros pasos. 

Las niñas arhuacas aprenden a hilar y a tejer desde que empiezan a caminar. Las más jóvenes hacen mochilas pequeñas mientras ven tejer a sus madres. Una vez terminan su primera mochila, se la presentan al mamʉ para recibir el permiso de tejer. El mamʉ guardará esta mochila hasta que ella tenga su primera menstruación. 

El profesor Amado Torres nos cuenta que los niños, por su parte, ayudan a sus familias con el cuidado de los animales, traen el agua y hacen el fuego. Para los Arhuacos, enseñar a los niños y las niñas a hacer tareas y a colaborar es una preparación para la vida, así crecerán fuertes y serán respetuosos de su territorio y de sus costumbres.