IV
Pero resulta que la niñera tenía un padre, y el papá pensó en visitar a su hija porque había visto un murciélago sobrevolando su casa. Al ver al murciélago grande pensó que le habían matado a su hija, tuvo ese presentimiento. El padre se fue adonde la familia. Llegó diciendo: «Vengo a visitar a mi hija», les dijo. «Vengo a visitar a mi hija que les ayuda a ustedes a cuidar a su hijo». Él fue después de mucho tiempo y para entonces la pareja ya tenía tres niños. Y como ella se quemó, a los padres les tocó cuidar a los niños.
Entonces el papá de la niña murciélago se sacó el hueso de la pierna, lo volvió flauta y se acostó en un rinconcito a hacerlo sonar; colgó una hamaquita, se acostó y se puso a tocar. Los niños ya estaban grandecitos y les llamó la atención esa música que él tocaba, y pidieron al papá que les consiguiera esa flauta. El papá de los niños aceptó: «Bueno, le voy a pedir el favor que nos dé esa flauta para ustedes».