III
A escondidas empezaron a observarla y, como de costumbre, ella llegó a la orilla del río, bañó al niño, esperó a que se durmiera y empezó a comer su cerebro con casabe. ¿Escucharon? Ella comenzó a comer y los padres se dieron cuenta de lo que hacía. 
Después, como ya se habían dado cuenta de lo que hacía la niñera, le dijeron: «Encárguese de traer mucha leña hoy, nosotros nos encargamos del niño». Ella les hizo caso y trajo buena leña. A la hora de hacer casabe, le hicieron prender el fogón del tiesto a la niñera. El fogón ardía y luego se apagaba, entonces le decían a la niñera que metiera más leña. El fuego ardía y se bajaba, y ellos le insistían que metiera más leña. Ya había muchos carbones ardiendo y ellos le dijeron a la niñera que metiera más leña, mucha leña. Ella metió demasiada leña, y el fogón ardía mucho. Y mientras metía más leña, la niñera se agachó y ellos la empujaron con mucha fuerza hacía el fogón. La niñera se quemó, se quemó, y al rato, de las cenizas, salió volando un murciélago gigante.