Cuando todavía no había maíz en este mundo, murió una señora y su familia lloraba mucho. Muy triste, su hermana salió a una montaña y, mirando al sol, le dijo a una amiga: “Llegará el día de morir también”. 
Al rato, apareció Ancastor, ave blanca que se volvió hombre y les preguntó por qué lloraban tanto. Cuando le contaron, Ancastor les dijo que no lloraran porque la señora estaba en el Bajía, el cielo.
Como ambas le pidieron ir a verla, él les dijo que las llevaría. Les pidió cerrar los ojos, abrió sus alas e hizo que montaran una en cada ala y las llevó al aire. 
Al llegar al Bajía, caminaron hasta una casa grande y vieron a unas negras con unos senos grandísimos; quisieron hablarles, pero Ancastor no lo permitió. También vieron mucha gente conocida que había muerto, entre ellos a la hermana y a un hermano; los iban a abrazar pero Ancastor lo prohibió. Dos días estuvieron en el Bajía. 
A la vuelta vieron maíz y chontaduro, que les pareció muy bueno, pero Ancastor les dijo que era muy peligroso bajarlos. Sin embargo, una de ellas guardó en la boca un grano de maíz y la otra, una fruta de chontaduro. 
Una vez Ancastor las bajó al mundo, contaron que al morir uno va al Bajía y se encuentra con gente conocida y mostraron los frutos que traían. Los sembraron y cosecharon, los comieron y, como a todos les gustaron, los cultivaron.