Cuenta Dany Mahecha que cuando un Nʉkak quiere decir que está vivo, dice chañüat, que literalmente es “estar caminando en el bosque”. Dos décadas atrás, los Nʉkak se movían mucho más que ahora; un grupo permanecía en un campamento alrededor de cinco días. Luego caminaba unos siete kilómetros y se instalaba en otro sitio.
Es así como aún hoy en día la mayoría de los Nʉkak, siguen siendo nómadas y pasan la mayor parte de su tiempo recolectando frutos para comer y materias primas para elaborar sus canastos, herramientas, instrumentos musicales y viviendas. También es importante el tiempo que los hombres dedican a cazar mamíferos y aves grandes, incluso a pesar de estar en áreas muy colonizadas o cerca de San José del Guaviare. Luego, está el tiempo que dedican a pescar, a recoger miel e insectos o a cultivar… Sí, a cultivar: cada familia Nʉkak tiene caminos y rutas que sigue año tras año. Antes, en el interior de la selva, como parte de estas rutas se encontraban huertos de palmas de chontaduro. Ellos visitaban los chontadurales cuando estaban dando frutos y los cosechaban. Allí se encontraban con otros grupos de la familia y así renovaban sus vínculos.
Algo maravilloso ocurre cuando ha pasado un tiempo desde que los nómadas se han ido a un nuevo campamento: en las esquinas de las que fueron sus viviendas, empiezan a germinar las semillas de todos los frutos que comieron y la selva se renueva.