Antiguamente, los Korebajʉ  vivían en malocas que compartían entre ocho y doce familias. Pero desde hace medio siglo cada familia hace su casa en madera aserrada, con techo de zinc y ventanas; muchos las hacen sobre pilares, levantándolas del suelo, así las protegen de las inundaciones frecuentes que ocasionan las lluvias constantes, y siembran frutales en el patio de atrás, pues sus tierras cálidas y húmedas son muy fértiles. Los caseríos acostumbran ser dos hileras de casas, una frente a la otra, separadas por un espacio amplio.
Antes los Korebajʉ solían dormir en esteras, sobre el suelo, y se cubrían con mantas tejidas por ellos. Pero desde hace una generación, en sus casas sobre pilares duermen en camas o en hamacas y hacen mesas de barro para cocinar; a la hora de la comida, usan mesas y se sientan en bancas. En las paredes de sus cocinas brillan las ollas metálicas que usan a diario, aunque las mujeres aún hacen vasijas de barro: tiestos, soportes fogón, ollas para tostar coca...