Dicen que primero todo permanecía oscuro. Que no había nada en la tierra salvo tres huevos. De uno de los huevos salió una anciana con un niño. Y salió también el agua y se formaron el mar y los grandes ríos con todos los que viven en ellos, como Tsawaliwali, el güio, los peces, las tortugas... Salieron también los animales pequeñitos, los que casi no se ven.
El niño no era hijo de la viejita, pero ella lo crio porque era pequeño. Él crecía y crecía y cuando ella lo bañaba, el agua se volvía almidón. Pasó mucho tiempo y el niño se convirtió en joven y quiso irse para ver hasta dónde llegaba la tierra. Antes de irse, le dijo a la viejita que escucharía un trueno cuando llegase allí, y otro cuando estuviera de regreso. Y así fue. Pasaron los siglos y cuando el joven volvió, ya era un hombre. Entonces, los otros huevos empezaron a reventar.
Del segundo huevo salieron todos los animales que viven sobre la tierra: los futuros danta, capibara, venado y jaguar; los paujiles y pavas, los animales de la selva que salen de noche y los que viven bajo la tierra, como el ocarro.
Del tercer huevo salieron los pájaros que vuelan, como el futuro gran zamuro, y los grandes árboles de la futura selva. Entonces, el hombre se transformó en el árbol más grande de todos, Kaliawirnae.
Viendo esto, la viejita decidió irse y se subió al cielo. Se convirtió en la luna para seguir acompañando a su nieto.