A unos pocos pasos de sus hogares los Ette Ennaka de Issa Oristunna tienen su lugar sagrado: el pequeño descanso de una quebrada rodeada de árboles. Es un hermoso lugar. Escucha cómo cantan las aves cada una con su voz: algunas son agudas, otras más fuertes e insistentes, la del gallo está lejos. Zumba una mosca, cerca, y el canto de las muchas aves continúa. A lo lejos, ladra un perro y hablan quedo unos indígenas al pasar. El viento mueve las ramas de los árboles, con fuerza, y de repente un pez salta en la quebrada, alegre, y el agua retumba en forma leve.