Katsa tɨ, el árbol grande, era de una vieja del monte y era tan alto que alcanzaba el cielo. Ella lo guardaba en secreto, pues vivía de él. En esa época no había nada sembrado, el hombre y la mujer tenían que irse a la montaña para comer y entonces la vieja venía a cuidar a los niños y les daba fríjol que había cogido del árbol grande. Un día, una mamá vio que su niño ensuciaba fríjoles, le preguntó dónde los había comido y descubrió que se los había dado la vieja. Escondiéndose, los papás del niño la siguieron hasta que llegó a Katsa tɨ, el árbol grande, y meneó un bejuco mientras decía: sɨ nish nish, chap nish nish, pia nish nish y del árbol cayó cuanto ella le había pedido: maíz, fríjol, chontaduro... Todo lo tenía sembrado. Los Awá acordaron tumbar a Katsa tɨ y tuvieron que matar a la vieja para que no lo evitara. Todos cortaron pero cayó la noche y no el árbol. Al amanecer vieron que no tenía ni un rasguño. Volvieron a cortarlo pero seguía en pie. En ese tiempo no había diferencias entre los animales y las personas. Los Awá le pidieron a la ardilla voladora que averiguara por qué no caía y ella descubrió que Katsa tɨ estaba amarrado al cielo por un bejuco. Los Awá la instaron a cortarlo y lo hizo. El árbol cayó y con él diversidad de frutas y cultivos que poblaron la tierra entera, toda Colombia. El tronco cayó por Sábalo y la costa Pacífica. Por eso la tierra de la costa es mala para sembrar y el producto no dura. Las ramas que tenían frutos cayeron hacia arriba, donde es bueno sembrar.