Es mediodía en el resguardo Maloca, en el corazón de la selva. Cerca grazna un ave. A lo lejos canta un gallo y calla. Cerca, en la verde y frondosa inmensidad, vuelve a cantar la misma ave y luego dejan oír sus voces otras aves e insectos. El viento llega, suave, como si fuera agua que murmura pasito, y después crece, choca contra las ramas de los árboles y se vuelve tan fuerte que la madera de las ramas y los troncos cruje, pero la chicharra jadea y uno que otro canto desafía su paso airoso.