Hace mucho tiempo las estrellas cayeron a la tierra y se convirtieron en hombres. Durante su permanencia acá, vieron cómo la cáscara del fríjol al arder producía una gran nube de humo y, entonces, se dedicaron a sembrar mucho fríjol, imaginando que cuando secara lo quemarían y que a través del humo regresarían al cielo. Así, cuando el fríjol estuvo seco, lo cosecharon y lo desgranaron para obtener su cáscara.
Pero entre los hombres llegados había uno por el que los demás sentían rivalidad y el día de la quema lo engañaron y enviaron a otro lugar. Cuando regresó, encontró el rastro de una gran fogata, ya sin fuerza, y la prendió nuevamente para regresar al cielo pero su humo ya no fue suficiente. Sus compañeros se habían ido.
El hombre encontró todo el fríjol que ellos habían desgranado y lo usó para empezar a relacionarse y crear amistad con las familias que encontró. En una de ellas halló a una mujer, con la cual formó una gran familia a la que le enseñó el lenguaje de las estrellas. La estrella convertida en hombre trajo la lengua kamëntšá y por eso es única.