Durante sus embarazos, las embera chamí cuidan todo lo que comen, pues piensan que los alimentos influyen sobre los bebés que esperan: si comen carnes frescas serán fuertes, si beben mucha agua tendrán la cabeza grande, si comen mucho queso serán blancos… Si comen frutos dobles no tendrán solo un bebé sino dos… y esto lo evitan.
Cuando el bebé tiene alrededor un año o año y medio de vida y ya puede beber solo, le pintan la cara y el cuerpo, le coronan con lana y le ponen pulseras de chaquiras. Al ritmo de un tambor, sus padres hacen que lo carguen una mujer y un hombre trabajadores para que también el niño o la niña sea trabajador. Después lo bañan y alimentan y la fiesta continúa. Los padres escogen con mucho cuidado a quien carga a sus bebés, pues si lo hace un ladrón o un perezoso, el niño será como ellos.
Los jaibanás o médicos tradicionales pueden ver el jai, que “es algo invisible”, el espíritu que vive en todos los seres que hay en el paisaje que los rodea. Ven el espíritu del árbol, de las piedras, del aire, el agua, el sol, la noche… y eso los hace fuertes. Los jaibanás llaman a los jais para curar las enfermedades o los males de las personas.
Los Embera Chamí se estimaban en 29.094 personas para 2005 (Dane) de las cuales 11.923 hablaban su lengua (MinCultura, 2010).
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