Cada ser de la naturaleza inicia en el pensamiento, de esa forma los niños son concebidos por sus padres nates de nacer en su pensamiento. Luego del nacimiento, los padres y el mamʉ piensan en lo que será el niño o la niña, en su camino de vida y en su fuerza para vivir en la Tierra, le desean buen espíritu de vida y le ponen el marunzama o aseguranza en forma de piedras, chaquiras, madera o semillas.
Los niños Arhuacos son guiados a través de la palabra y el consejo; la aseguranza lo protege para que esté en equilibrio y que, por tanto, su camino y crecimiento sea tranquilo.
Los Arhuacos explican que en el mundo está ɟwi, el sol, que señala el día y la noche; y tima, la luna, que señala las cuatro etapas de cambio de cada elemento de la vida. El pensamiento va creciendo y se desarrolla según los movimientos del sol, que sale y se acuesta. Luego, de una etapa lunar a otra, suceden los cambios en el niño o la niña: el nacimiento, los primeros dientes, los primeros pasos, las primeras palabras.
El mamʉ es el encargado de conocer, conservar y transmitir la Ley de origen, la cual recoge los mandatos ancestrales que garantizan la existencia del pueblo Arhuaco. Es él quien guía el camino de los Arhuacos en el cuidado del planeta.
Los niños que se preparan para ser mamʉ reciben un cuidado especial. Llevan una dieta sin sal y solamente consumen alimentos de las temporadas de cosecha dentro de la kankurwa. De esta forma se alimentan física y espiritualmente para recibir el conocimiento de origen. El mamu reconoce en las niñas las capacidades para ser saga, es decir, quien acompañará el camino del nuevo mamu; ambos tendrán preparaciones similares. Ambos niños crecerán como seimukes, es decir, puros.
En el Nabusímake existen lugares sagrados como el Kurʉkutʉ. En estos lugares se hace pagamento cuando las personas no pueden concebir hijos, o cuando se quieren evitar complicaciones en el parto. A estos sitios solo pueden ir los Arhuacos con la orientación y supervisión del mamʉ para alguna ceremonia. No es permitido sacar arena o piedra de estos lugares para hacer construcciones, a menos que el río arroje dicho material hacia la orilla y, al utilizarlo, se retribuya con pagamento. De esta manera se subsana el desequilibrio que se haya causado.
La vida de los Arhuacos está marcada por la reciprocidad. A lo largo de la vida, todos los seres de la naturaleza —plantas, animales, personas, aire, sol, cerros, lagunas, ríos, mar— comparten entre sí pensamientos, frutos y alimentos. Todo lo que el pueblo Arhuaco tiene para dar y recibir se llama makuruma, el «regalo de regalos».
Los Arhuacos también hacen pagamento, una costumbre en la que niños, niñas, hombres y mujeres ofrecen sus intenciones y pensamientos para equilibrar con ellos todo lo que se recibe y se usa de la madre tierra. Cada momento de la vida en la Sierra necesita un pagamento y, en ocasiones especiales, como el bautizo o la muerte, es el mamʉ quien lo hace.
Si quieres saber más sobre los arhuaco, Pide a los mayores que lean contigo